sábado, 5 de marzo de 2016

Triatlón Sádaba 2015

Yo sigo insistiendo y no se, igual peco por cansino, pero la fiesta que rodea a una prueba de triatlón dudo mucho que se pueda igualar a la de otra disciplina deportiva. Oye, que es que el sábado entramos gratis a las piscinas mis padres, mi mujer, mi hijo y un servidor. Y comimos allí, y nos bañamos allí, y la gente acampaba y todo, y hasta había un torneo de fútbol 7. Esto es maravilloso. Tengo 37 castañas y soy nuevo en esto, y lo estoy disfrutando como si fuera un chico pequeño, hasta tal punto de que a veces me jode no haber aterrizado antes en este trideporte. En ocasiones tengo la vaga sensación de que hasta he perdido el tiempo -deportivamente hablando- antes de debutar en Mayo en Mezalocha, diluvio mediante, pero bueno, como siempre son divagaciones de un Rookie de primer año atrapado por la pasión que despierta todo este tinglado. Luego está lo del Octavus, lo de este club, que coño, lo de mi club, que es para rodar un Informe Robinson aparte, por lo menos. 25 que nos plantamos allí, si si, VEINTICINCO, te cagas. Okupamos literalmente Sádaba. Es que os digo una cosa, que yo he hecho un estudio de campo y está comprobado científicamente. Cuando vas a una prueba y vas “de calle” sin saber si eres de unos, o de otros, o de licencia de un día, mira, pasas desapercibido. Eso si, en cuanto te cambias y apareces con el tritraje, y ahora con el polo, coño, todo Dios te da las buenas tardes. ¿Es un pájaro? ¿es un avión? no, es uno del Octavus. Me siento un superhéroe. Es que en el próximo triatlón me voy a cambiar en una cabina de teléfono, lo tengo decidido, por darle mas enjundia al asunto y tal. En fin, que como siempre me disperso. Vamos con la prueba. 
En cada tri, intento probar cosicas nuevas para ir viendo si van bien, si van mal y así poder ir encontrando mi lugar en este mundo. En la natación (sin haber nadado nada después de San Juan, punto negativo) opto por, definitivamente, entrar al ring, o sea, nada de ir detrás y evitar golpes. Al lío. Tampoco es que me pusiera en primera fila rodeado de los tridelfines pero si que me animé a conocer ya de primera mano los mandobles que se lleva uno en el sector de natación. Seguro que algún sordón también solté a alguien, pero fue sin querer, lo juro. De buen rollo. Además mi mujer puede dar fé de que el día antes de un tri siempre me corto las uñas de manos y pies, que paso de hacer sangre. 
Una de las cosas que mas me gustó de la natación en Sádaba fue que el contacto con el público y con los tuyos es mas cercano que en otros. El pantano de Valdelafuén, chiquitín, supongo que ayuda. Al salir del agua noté el calor de la gente que se acercó allí, mi mujer en la zona de transición pudo hasta jalearme y todo y creo recordar que también, de fondo, oí el sonido de un Whatsapp, con lo cual cogí la bici con la tranquilidad que le da a uno el saber que su suegra ya está al tanto que el padre de su nieto ha vuelto a escapar de nuevo, de las garras de Siluro-Ness. 
La bici, esta vez cross, esta vez BTT. Vale, el tri de Sádaba es de carácter popular, con unas distancias mas asequibles que otros, fenomenal, ideal para iniciarse, no digo que no, la bici no tiene desniveles de infarto, muy bien, lo que tu quieras, pero el terreno no es fácil, ni mucho menos. Es, como dirían los entendidos de las dos ruedas, bastante pestosillo. Mucho polvo, y yo no soy Milton Ramos el rey de las dunas, muchas roderas de lluvia que petan el terreno de baches y en según que tramos las piedrecicas son de un calibre medio tirando a alto. Es muy difícil aquí ir en pelotón, no vi muchos grupos grandes. Dos o tres corredores como mucho. Es un terreno tipo Juan palomo, cada uno a lo suyo. Yo sólo pude ir a rueda un poco de Paulino (como va esa Massi tuentinainer pajaro) cuando me alcanzó antes de la mitad del recorrido. Y que bien me vino ese gel que me diste. Gracias compañero. 
Me gustó mucho el tramo ese en el que pasamos por unos pedruscos, monolitos, no se, templo sagrado en ruinas, donde además andaba agazapado Alberto Casas disparando como un francotirador a diestro y siniestro. Coño, eso se avisa antes, así le da tiempo a uno de meter tripa y poner una pose en condiciones. Tripostureo que no falte. 
Como siempre la bici en mi caso es lo menos sufrido de la prueba, y más si es BTT. Al final, con la flaca llevo andando un par de años desde que me pillé la Giant. Eso no quita para que, independientemente de que disfrute mas que con la de carretera no tenga que entrenar más, sobretodo la explosividad y la velocidad (nota mental para la temporada que viene).
Llegamos de nuevo a la segunda transición. Los míos siguen allí como unos campeones (el primer tri al que vaya sólo lo voy a pasar mal, aviso, me estoy mal acostumbrando) Sólo una mirada de reojo de dos segundos de duración sirve para reponer fuerzas. Echo a correr. Es por tierra, anda, me gusta, además al estar nublado, el calor aplana menos y empiezo con un ritmo alegre sostenido mas cercano al 4:30 que al 5:00 el kilometro. Bien. Lo nunca visto. Hasta adelanto a algún corredor y todo. 
Que poco dura la alegría en la casa del pobre. Repecho para abajo, me vengo arriba, aprieto, pedrusco gordo y... adiós tobillo, hola morcilla de Burgos. Joder que mal. Que dolor. Me paro 3 segundos y noto que el dolor aumenta. A tomar por culo. Velocidad de crucero. No hemos venido aquí para llegar a meta en coche. Me jode, porque era la primera vez que echaba a correr en un triatlón con todo lo frescas que puede llevar uno las patas a esas alturas de carrera.  Esto queda muy bien así, escrito, acabar con dolor y tal le da un carácter épico muy guay y muy chulo a la crónica, pero mientras tecleo, el pie lo tengo en alto bien fresco gracias a la bolsa de guisantes Auchan. Igual me tenía que haber metido la épica, la superación, y el poco talento por donde la espalda pierde su nombre y haber abandonado la carrera. 
La cosa es que acabé, y además contento, como siempre. Llegar y ver la meta plagada de Octavus, y recibir a otros tantos de los tuyos con aplausos es una sensación que no quería perderme. Lástima lo de Yone, porque además no veas como va el tío. Segundo puesto aquí, octavo allá,  las chicas al podio, Josema haciendo las veces de Tomás, etc, etc, no se puede pedir más.
Bueno si, una pedazo de cena a posteriori con el equipo ya en Utebo, que como la canción de Vetusta Morla, es el que te hace grande. Y cada vez más en esto del triatlón. Pero eso queda aquí. Punto, porque como en las Vegas, lo que pasa en las cenas del Octavus, se queda en las cenas del Octavus. 

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