lunes, 11 de febrero de 2008
Weezer "Weezer" (1994)
Me considero amplio de miras y de mente abierta en cuanto a gustos musicales. Pero matizo ya, mente abierta no significa decir que adoras a The Dorrs, y luego te compras a escondidas lo último de Chenoa, o vas con camisetas de la Jimmy Hendrix Experience, y luego te das un capricho por tu cumpleaños haciéndote con un deuvede de Rebelde Way, que vaya tela tienen estos, pero bueno, lo comentamos si eso en otro momento, que hoy no es menester. A lo que me refiero, es que igual de indispensables me parecen Sepultura y The Beach Boys, por ejemplo, o Machine Head y The Beatles.
La verdad es que siento el mismo poder de atracción por un riff pesado y duro, que por una melodía más naif, edulcorada, perfecta, como las de Weezer.
Si hablamos pues de ellos, no puedo aguantarme el contaros que la primera gran tragedia musical que sufrí en mis carnes, y de la que todavía me acuerdo, ahora ya, con sentido del humor, me ocurrió con ellos. Pensad que hace más de 10 años, la música no era tan accesible como ahora. No había mulas, ni myspaces, ni internetes, ni ná de ná, solo algún medio escrito con algo de credibilidad, y, perdido en las ondas, algún canal guiri de televisión que solo pillabas si tu parabólica tenía el gusto de conocer al Satélite Astra, Hispasat, o al que fuera, porque si no, Ajo y agua.
Ahora tampoco, pero entonces también, el presupuesto económico con el que contabas era nimio, irrisorio, y uno arriesgaba mucho al comprar un disco, por eso mismo, era imprescindible estar bien seguro que al gastarse los cuartos en según que grupos uno supiera que estaba invirtiendo en algo que mereciera la pena. Y es aquí donde vuelvo a lo de la tragedia griega, ya que el disco que hoy nos ocupa fue el primero que se me cayó escaleras abajo, de camino a la piscina, un verano cualquiera, lejano en el tiempo eso sí. Destrozadico quedó el pobre, caja, disco, de todo, no hubo supervivientes, siniestro total.
Entonces sobrevino la oscuridad, El disco Azul (como así se le conoció, a falta de un título oficial), así de repente, se esfumó, y me reitero en que entonces no era tan fácil como encender la mula, conectarse al servidor de turno, buscar Weezer, y bajarse una discografía entera, videoclips incluidos. Entonces lo que tocaba era ahorrar otras 2000 cucas, bajarse a Zaragoza en bus o en tren, y buscar por todo lo buscable. Linacero, Tipo, Corte Inglés, Discusatix, Leyenda, etc, etc, y encima tener suerte de que en algún lugar de estos lo tuvieran para llegar y cogerlo, y no tener que pedirlo, esperar mínimo 15 días y volverte a casa con las manos vacías y con un cabreo de mil pares de. Un suplicio vamos.
Durante un tiempo, el infortunio me privó de escuchar Buddy Holly, su single surfero de presentación. Tuve el consuelo de que por suerte, el grupo pegó el pelotazo y empezó a sonar y verse en todas partes, lo que a la postre ayudó a que la distribución del disco mejorara sensiblemente y no tardase mucho en hacerme con él de nuevo sin el mayor problema que implicaba el ahorrar cuarenta duros tras cuarenta duros que era lo que suponían por aquel entonces las propinas de mis abuelas.
Mientras tanto, no era difícil encontrarse con el genial vídeo de Buddy Holly a menudo en la parrilla musical televisiva. Menos da una piedra, me decía yo. El problema es que mis canciones favoritas eran My Name is Jonas, e In The Garage, dos pedazo de singles que por culpa de esa claridad y lucidez de melodías no podía quitármelas de la cabeza, ni siquiera los Beatles o los Beach Boys servían como tratamiento. Por contra, no echaba mucho de menos, Undone The Sweater Song, medio tiempo un poco plomizo que nunca le ha hecho justicia al grupo, pero sí tenía morriña de No One Else, Surf Wax América, o la canción que cerraba este mítico cd, Only in Dreams, y es ahí, en sueños, donde el disco azul no se reventaba escaleras abajo y seguía impoluto en su hogar, en mi estantería, al ladito de Pet Sounds, uno de sus respetables hermanos mayores, solo ahí, en sueños, era donde Weezer no volaba por los aires, donde sus discos eran tan duros como la Criptonita, solo ahí, donde las escaleras eran de esponja y los discos rebotaban sin daño alguno, solo ahí, Only in Dreams...
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